sábado, 17 de noviembre de 2012

La soledad del ciclista



Cuando pensamos en ciclismo pensamos en un pelotón, una carrera, una subida a un puerto intentando descolgar a los demás o dándolo todo para no quedarnos. Esto es lo que imagina cualquier persona que piensa en este deporte, pero solo unos pocos sabemos que hay detrás de todo eso, porque poca gente llega a saber como es el día a día de un ciclista. Da igual que compitas o que te dejes el alma los fines de semana con tu peña, tu club o tu grupo de amigos, todos llevamos un sacrificio, más grande o más pequeño, pero un sacrificio al fin y al cabo.

Durante muchos meses nos preparamos en solitario la gran mayoría de los días para llegar lo mejor posible a ese objetivo, esa gran marcha o esa gran carrera master, en la que soñamos con darlo todo. Muchas horas encima de la bici, con la única compañía del cuentakilómetros, aquellos que van por sensaciones, el pulsómetro los que nos regimos por los designios del corazón junto con la cadencia o el Powertap para los más metódicos.

Horas, muchas horas sobre la bici, algunas veces con la compañía de algo de música, con el mp3, otras sin nada, solo pensamientos, el tarareo de esa canción que nos llega y que no nos sale de la cabeza, el aire que resbala en nuestras orejas y silva, un perro que ladra, ese coche que viene de lejos y que pita a lo lejos para que sepamos que se acerca, un EY! de ese ciclista que se nos cruza y que nos saluda levantando la mano, o moviendo la cabeza.
Otras veces echamos la imaginación al vuelo, pensamos en esa carrera ideal, en lo que sería un ataque fulminante en ese último kilómetro, en esa fuga de ensueño en la que nos gustaría encontrarnos en esa carrera para la que nos estamos preparando, y sientes como la piel se te pone "de gallina", los pelos de punta, y el pulsómetro se acelera aún más, como si de verdad lo vivieses. Y esa entrada en meta, perfecta, la que puede que nunca lleguemos a hacer en primera posición, es un sueño, nuestro sueño.
Y las subidas, que son otro cantar, miras al horizonte, esa nube con forma rara, las lineas de la carretera, te quedas mirando un escarabajo que pasa y te preguntas si le dará tiempo a llegar al otro lado. Las grietas, curiosas grietas, que se forman por el calor a veces, otras por el paso de camiones... y mil cosas más que te quedarías mirando embobado, porque vas solo, sin nadie con quien hablar, la bicicleta y tú. Y ese pueblo, blanco en Andalucía, que cada vez queda más cerca, y al cual estás loco por llegar, porque ya se te hace pesada tanta ascensión, y piensas que a quien se le ocurrió poner ese pueblo ahí arriba, pero es necesario, porque lo tienes programado para ese día y si no lo haces, pues no te quedas tranquilo, y es que para cualquiera de nosotros no hay peor cosa que llegar a casa y decir....vaya mierda de entreno!!
Gran verdad extraída de http://sammejor.blogspot.com/

3 comentarios:

  1. Y contar las rayas de la carretera, no os ha pasado tambien. Un saludico.

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  2. Pues anda que la soledad del corredor de fondo....

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  3. Así es, a nuestro modo, los fondistas "sabemos de soledades".
    Gracias por comentar!!!

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