jueves, 3 de septiembre de 2009

Me siento tan identificado con esto!!

ESCAPAR CORRIENDO





A ver. Que tire la primera zapatilla cualquiera de los aficionados (y aficionadas) a esto de trotar, correr y galopar al que, practicando nuestro deporte favorito por la cuneta de alguna ignota carretera, no le han espetado alguna vez lindezas como “¡Correr es de cobardes!” o “¡Para hombre, que ya no te persigue nadie!”



El caso es que haya más o menos simpatía en el gracioso de turno, tengan sus palabras una mayor o menor dosis de ironía y mala leche, debemos reconocer que muchas veces tienen razón.



Porque... a ver. Que tire la segunda zapatilla aquél de ustedes (y ustedas) que no ha zanjado una discusión con la pareja, un desencuentro paterno-filial o una disputa laboral por la vía de calzarse unas deportivas y, dando un portazo más o menos contundente, echarse a correr, mascullando por dentro esas palabras que nunca se deben decir en alta voz si no quieres meterse, de verdad, en un buen lío.



Confieso que en varias ocasiones he escapado corriendo. O, mejor dicho, que he utilizado el deporte como vía de escape para aligerar tensiones, soltar lastre y descomprimir una caldera interior a punto de reventar.



Sales a correr cabreado como una mona, mentando a los muertos (y muertas) de todo bicho viviente, maldiciendo al santoral completo y utilizando insultos que ni sabías que existían. Pero cuando pasan unos kilómetros, notas cómo se destensan las mandíbulas y, a medida que los músculos se van calentando, la presión interna comienza a descender. Y todo se relativiza.



Ni ellos son tan malos, cretinos o indeseables ni, seguramente, tú tenías toda la razón. Cuando el sudor comienza a perlar la frente, lo que parecía un punto y final se ha tornado un punto y a parte. Y cuando la camiseta está empapada, ya no es más que un punto y seguido. De hecho, cuando regresas a casa, apenas si habrán sido unos anecdóticos puntos suspensivos a los que no se conceden la más mínima importancia.



A correr se puede salir por muchos motivos. Por gusto, claro. Por hacer deporte, en general. Para adelgazar. Para completar otro tipo de entrenamientos más específicos. Para sacudir las neuronas y sacarlas del acomodamiento en que se instalan frente a un libro o a la pantalla de un ordenador.



Pero también se puede salir a correr para escapar. Para fugarse, aunque sea momentáneamente, de una realidad que resulta incómoda, desapacible o indeseable. A veces corremos para alejarnos de presencias molestas, de charlas banales, de situaciones absurdas. A veces, incluso, corremos para huir de nosotros mismos.



Porque salir corriendo, cuando existe un punto de retorno, es la mejor terapéutica que puede existir. Corriendo se activan válvulas de escape que liberan tensiones con cada chute de endorfinas. Corriendo se ven las cosas de otra manera, desde otra perspectiva, en otra dimensión. Corriendo se liman asperezas, se suavizan encontronazos, se apagan las alarmas, se diluyen las palabras gruesas y se dulcifican los pensamientos más amargos.



Escapar corriendo es, por tanto, un signo de inteligencia que podemos y debemos utilizar en nuestro propio beneficio y en el de las personas que nos rodean. Al menos, siempre que hagamos un camino de ida y vuelta, trazando una hoja de ruta que nos devuelva al punto de partida.



La duda sería, por tanto, si escapar corriendo es una buena solución cuando nos enfrentamos a situaciones que se hallan en un amenazante punto de no retorno. ¿Qué les parece?



Fuente: Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

2 comentarios:

  1. Amen.....

    Si señor, yo no puedo tirar ni una sola zapatilla...Menudas peleas tengo con mi media naranja y mi padre siempre me dice que correr es de cobardes....pero yo paso!!!!

    Un saludo
    Quique

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  2. Gracias Quique, que bueno que estes mejor de tu Aquiles.
    Sds

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